Los daños de la anticoncepción

Hay varias razones por que sabemos que el uso de los anticonceptivos daña a todos los que tocan. La primera razón es que los anticonceptivos conducen al aborto. Varios “anticonceptivos” de hecho son agentes abortivos, o sea que causan el aborto temprano. Todos los anticonceptivos orales, Norplant, Depo-Provera, y los dispositivos intrauterinos causan abortos aún antes de que la mujer sepa que está embarazada. De acuerdo al Dr. Bogomir Kuhar en su folleto en “Infant Homicides through Contraceptives,”[1](“Homicidias infantil atribuidos a anticonceptivos”) estas formas de control natal matan entre 8.1 a 12.75 millones de vidas cada año en los EEUU solamente. Los anticonceptivos también promueven el aborto porque fallan. Todos los anticonceptivos fallan, algunos con frecuencia. Hasta las esterilizaciones quirúrgicas exhiben una tasa de fallo. Cada “fallo” resulta en una nueva vida humana, un nuevo bebé, y una mujer real afrontando un embarazo no planeado y frecuentamente también no deseado. Estos embarazos están a riesgo de ser abortados.


La invención de la píldora de control natal fue revolucionaria, y, de hecho, causó la revolución sexual. Una vez que la gente creyó que podían tener relaciones sexuales sin la posibilidad del embarazo, o por lo menos con un riesgo de embarazo muy reducido, empezaron a ser indiferentes a las estructuras tradicionales que han protegido a los niños y al sexo a través de los siglos. La píldora pronto fueron prescrita a mujeres solteras más y más jóvenes cada vez. Como los anticonceptivos fallan, este hecho condujo al aumento en el número de embarazos entre mujeres solteras y adolescentes, así como el número de familias encabezadas solo por la madre. Con el aumento del sexo prematrimonial y extramatrimonial, y el número de amantes que la persona pudiera tener, la tasa de infección de las enfermedades venéreas se ha desbordado. Hasta el número de enfermedades venéreas serias ha aumentado, de doce enfermedades conocidas hace treinta años a más de cincuenta hoy en día. Esta plaga ha afectado hasta personas de avanzada edad quienes, habilitados por la Viagra, empiezan a tener múltiples amantes. Varias comunidades de retiro están reportando epidemias de enfermedades venéreas. La naturaleza les dice que aunque la fertilidad naturalmente se pierde, los votos matrimoniales permanecen sagrados. Las enfermedades si mismos, han cambiado de enfermedades bien conocidas y curables, a ser más y más destructivas, incluyendo el SIDA. Algunos anticonceptivos, especialmente los anticonceptivos hormonales, hasta hacen a quienes los usan el ser más susceptible a las enfermedades venéreas.


Los anticonceptivos pueden promover la destrucción de los matrimonios. Apenas cuatro años después que los anticonceptivos se introdujeron, los investigadores descubrieron que los matrimonios que usaban anticonceptivos eran dos veces más inclinados a fracasar que aquellos que no usaban anticonceptivos.[2] ¿Por qué esta enorme diferencia? El uso de los anticonceptivos significa que la fertilidad de la pareja es suprimida, y tratada como una enfermedad. La pareja ya no se comparte totalmente en el abrazo sexual. Existe una barrera entre ellos no solo física, sino que también emocional. La pareja está reservando una parte de si mismos del otro, y de Dios. A menudo la pareja empieza a estar descontenta. La esposa empieza a pensar que el marido no la desea a ella, sino solo a su cuerpo. El marido empieza a pensar que su mujer no quiere tener relaciones sexuales con el, que es indiferente y está cansada. Esas actitudes pueden envenenar las relaciones de un matrimonio. Con esta parte tan crucial del matrimonio por mal camino, otros problemas aparezcan pronto. Antes de darse cuenta la pareja está en la corte de divorcio dividiendo sus propiedades.


Los anticonceptivos consideran a los niños como si fueran enfermedad. Tomamos medicinas o nos operamos para evitarlos. En nuestra cultura moderna cuando una pareja alcanza el embarazo, la ocasión puede parecer como un motivo de condolencias y no de felicitaciones. Después que la pareja ya ha tenido uno o dos hijos, otro embarazo puede ser tratado como un error desafortunado. Siendo cristianos, sabemos bien que esa es mala actitud. La Biblia nos dice que los hijos son un regalo de Dios. Son Sus bendiciones. La abundancia de hijos es una expresión del favor especial de Dios. ¿Qué derecho tenemos nosotros a rechazar un regalo de Dios? En lugar de tomar la actitud de que los niños son estorbos que nos previenen de disfrutar lo que hemos ganado por medio de gran esfuerzo, debemos ver a cada hijo como ayuda maravillosa a la vida humana llena. Nosotros creemos que todos los niños son hermosos y buenos. A pesar de que algunos embarazos ocurren bajo circunstancias trágicas, cada niño es ocasión para celebrar.


Los anticonceptivos degradan a la mujer. Desde el día en que la mujer empieza a menstruar, su fertilidad es una enorme parte de su vida. Como si no fuera suficiente que sus hormonas se cambian constantemente, por cinco a diez días cada mes el cuerpo le recuerda con insistencia que está diseñado para concebir y dar a luz a hijos. Cuando una mujer usa anticonceptivos, ella y su compañero están rechazando activamente algo esencial en ella. La habilidad de la mujer de procrear, una de las más grandes bendiciones de su vida, se convierte en una carga inaceptable. Como la mayoría de los anticonceptivos son diseñados para ser usados por la mujer, cuando fallan y el embarazo resulta, la falla se convierte en “su culpa.” Se espera que ella “resuelva” su error, por lo general por procurando el aborto. El padre del bebé, aunque es tan responsable por el niño como la madre, se siente en libertad de abandonar los ambos. Puesto que el anticonceptivo no era su responsabilidad, ¿por qué deberá ser responsable por la falla del anticonceptivo?


Las hormonas anticonceptivas, además de ocasionar el aborto, tienen efectos horribles en las mujeres que los usan. Desde tensión alta a coágulos,[3] a infartos,[4] a migrañas, a problemas menstruales después que dejan de tomar la droga, las hormonas anticonceptivas (la píldora, Norplant, Depo-Provera, etc.) pueden arruinar el cuerpo de la mujer. No es coincidencia que el aumento en el cáncer de los senos se registró de diez a quince años después que las hormonas anticonceptivas se hicieron disponibles.[5] Tampoco es coincidencia que muchas mujeres que han usado la píldora por años y que ahora quieren hijos, ya no pueden concebir.[6] La infertilidad se ha convertido en una epidemia nacional, con parejas que gastan cientos de miles de dólares tratando desesperádamente de concebir. Médicos sin ética se enriquecen prescribiendo anticonceptivos y después tratando los efectos secundarios de los mismos.


Finalmente, nosotros creemos que el uso de los anticonceptivos es malo, porque es lo que la Iglesia nos enseña. Aunque ha sido atacada duramente desde adentro y desde afuera, la Iglesia Católica nunca ha cambiado su continua enseñanza de que la anticoncepción es moralmente mala, y que su uso es inmoral. Muchos católicos han sido engañados en la creencia de que la Iglesia Católica ha cambiado su enseñanza, o que ya no importa. La verdad es que la Iglesia no puede cambiar los diseños del Creador. Lo que es intrínsicamente inmoral siempre permanecerá así. Nosotros desafiamos a todos los fieles a que busquen la verdad, examinen sus conciencias, y a que se esfuercen a vivir por las normas que la Iglesia ha fijado para nosotros. Nunca es demasiado tarde para cambiar.


Referencias:


1. Kuhar, BM, “Infant Homicides through Contraceptives,” Eternal Life: Bardstown, KY, Feb. 2000.


2 Grant MD, Ellen, Sexual Chemistry: Understanding Our Hormones, The Pill, and HRT. Mandarin Paperbacks, London, 1994.


3 Demulen (1993). Physicians Desk Reference, 2254


4 Thorogood M, Mann J, Murphy M, Vessey M (1991). “Is oral contraceptive use still associated with an increased riskof fatal myocardial infarcation?” Report of a case control study. Br J Ob Gyn 98, 1245-1253


5 “RCGP Breast Cancer and oral contraceptives: Findings in Royal College of General Practitioners’ study.” BMJ 1981; 282:2089-93.


6 Rowland, R. Living Laboratories. Lime Tree, London 1992.